No pudo contenerse. No quizo hacerlo. Bueno, quizás sí. Aquella vocecita dentro de su cabeza le seguía repitiendo una y otra vez: "Mata, mata, mata,..." La única forma que se le ocurrío para hacerla callar, era haciendo lo que le pedía.
Miguel seguía sosteniendo en su mano el pequeño cuchillo ensangrentado. Estaba temblando de ira, de miedo y de satisfacción. Sintió cierta felicidad al ver como del corte que le hizo en el cuello continuaba emanando sangre. "A ver si así te callás de una vez" pensó mientras miraba fríamente al cuerpo que yacía justo frente a él. ¿Cómo comenzó todo? Ah cierto, el alumno fue a buscarlo para discutir sobre la nota que le había puesto en el cuaderno. S le dijo firmemente que él mismo debería saberlo y se acercó hacia la puerta para salir. Pero el chico le cortó el paso y le exigió una mejor explicación. Perdió conciencia del tiempo que había pasado desde aquel momento. Lo único que sabía es que ahora tenía un chico muerto. "Un problema menos del cual preocuparse" pensó. Pero repentinamente se le sumó otro: ¿Qué hacía con el cuerpo? De pronto se sintió iluminado. El encendedor que tenía en el bolsillo le suplicaba que lo usara. Vació el contenido del tacho y los cajones y los puso a arder. Tranquilamente, se colocó la campera (para cubrir los manchones de sangre que tenía), recogió su maletín y se alejó de la pequeña aula que, poco a poco, se sumergía en un mar de llamas.
Miguel seguía sosteniendo en su mano el pequeño cuchillo ensangrentado. Estaba temblando de ira, de miedo y de satisfacción. Sintió cierta felicidad al ver como del corte que le hizo en el cuello continuaba emanando sangre. "A ver si así te callás de una vez" pensó mientras miraba fríamente al cuerpo que yacía justo frente a él. ¿Cómo comenzó todo? Ah cierto, el alumno fue a buscarlo para discutir sobre la nota que le había puesto en el cuaderno. S le dijo firmemente que él mismo debería saberlo y se acercó hacia la puerta para salir. Pero el chico le cortó el paso y le exigió una mejor explicación. Perdió conciencia del tiempo que había pasado desde aquel momento. Lo único que sabía es que ahora tenía un chico muerto. "Un problema menos del cual preocuparse" pensó. Pero repentinamente se le sumó otro: ¿Qué hacía con el cuerpo? De pronto se sintió iluminado. El encendedor que tenía en el bolsillo le suplicaba que lo usara. Vació el contenido del tacho y los cajones y los puso a arder. Tranquilamente, se colocó la campera (para cubrir los manchones de sangre que tenía), recogió su maletín y se alejó de la pequeña aula que, poco a poco, se sumergía en un mar de llamas.
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