
Era el ilusionista del circo. Desde pequeño, cuando mi padre también trabajaba en el circo, yo lo observaba y siempre había deseado hacer lo que mi padre hacía. Había sido muy querido, por el dueño, por los payasos, por todos, y yo estaba muy feliz de ser su hijo. Éramos muy unidos. Por eso, cuando murió, estuve muy triste durante el resto de mi niñez y toda mi adolescencia. Ahora de grande, estaba empeñado en seguir haciendo ese maravilloso trabajo, como años atrás lo había llevado a cabo mi padre.
Ahora, yo sigo trabajando en el circo, y cada vez me gusta más. Paseando por las carpas y los alrededores, hallé a una joven, muy hermosa y frágil, y me enamoré de ella enseguida. Inmediatamente, se percató que la estaba observando, y huyó; yo quería saber como se llamaba, quién era. Volví caminando hasta el circo y ahí estaba, junto a dos personas más; estaban hablando con el dueño del circo quien le acariciaba su cabeza, y los hizo pasar a la carpa del espectáculo. Mi corazón dio un vuelco. Podía preguntarle a Claudius, el dueño del circo, sobre ella. El me podría facilitar toda la información, por que yo era muy apreciado por él. Claudius era como un padre para mí, quien cuido de mi cuando mi padre había muerto.
Dos años pasaron. Yo tenía 27 años y seguía esperando por Anna, la joven hermosa y frágil. Yo quería casarme con ella y poder ser tan feliz como mi padre lo había sido. Un día ocurrió el peor accidente en mi vida: la vi a ella, pero estaba muy malherida, sin nadie que la protegiera, con frío, en uno de los días más helados del año. Yo fui inmediatamente con ella, la acurruque en mis brazos y le di un abrigo. Ella me miró y simplemente sonrió. La lleve a mi carpa; llame a Claudius, y vino muy preocupado con los padres de Anna. Un médico la reviso y dijo que tenía que tomar reposo durante un largo tiempo y me encargo especialmente a mí que la cuidara. Pasamos mucho tiempo juntos , hablando, durante esos seis meses. Se iba recuperando maravillosamente y estaba cada vez más hermosa que nunca; me enamoraba cada día más y más. Cuando ya se había curado, sus padres me llamaron para hablar. Yo les comenté a ellos lo que sentía por ella, y que nunca le haría nada malo, que la amaba con todo mi corazón. Ella también sentía lo mismo por mí desde ese episodio que había estado mal. Dos meses después nos casamos y fui muy feliz hasta ahora, que tengo dos hijas y un hijo. Soy el hombre más afortunado del mundo; nunca más estaré solo porque he conseguido lo que más anhelaba en la vida: una familia unida y feliz.
Ahora, yo sigo trabajando en el circo, y cada vez me gusta más. Paseando por las carpas y los alrededores, hallé a una joven, muy hermosa y frágil, y me enamoré de ella enseguida. Inmediatamente, se percató que la estaba observando, y huyó; yo quería saber como se llamaba, quién era. Volví caminando hasta el circo y ahí estaba, junto a dos personas más; estaban hablando con el dueño del circo quien le acariciaba su cabeza, y los hizo pasar a la carpa del espectáculo. Mi corazón dio un vuelco. Podía preguntarle a Claudius, el dueño del circo, sobre ella. El me podría facilitar toda la información, por que yo era muy apreciado por él. Claudius era como un padre para mí, quien cuido de mi cuando mi padre había muerto.
Dos años pasaron. Yo tenía 27 años y seguía esperando por Anna, la joven hermosa y frágil. Yo quería casarme con ella y poder ser tan feliz como mi padre lo había sido. Un día ocurrió el peor accidente en mi vida: la vi a ella, pero estaba muy malherida, sin nadie que la protegiera, con frío, en uno de los días más helados del año. Yo fui inmediatamente con ella, la acurruque en mis brazos y le di un abrigo. Ella me miró y simplemente sonrió. La lleve a mi carpa; llame a Claudius, y vino muy preocupado con los padres de Anna. Un médico la reviso y dijo que tenía que tomar reposo durante un largo tiempo y me encargo especialmente a mí que la cuidara. Pasamos mucho tiempo juntos , hablando, durante esos seis meses. Se iba recuperando maravillosamente y estaba cada vez más hermosa que nunca; me enamoraba cada día más y más. Cuando ya se había curado, sus padres me llamaron para hablar. Yo les comenté a ellos lo que sentía por ella, y que nunca le haría nada malo, que la amaba con todo mi corazón. Ella también sentía lo mismo por mí desde ese episodio que había estado mal. Dos meses después nos casamos y fui muy feliz hasta ahora, que tengo dos hijas y un hijo. Soy el hombre más afortunado del mundo; nunca más estaré solo porque he conseguido lo que más anhelaba en la vida: una familia unida y feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario